La amistad: Cuidadora principal.
Introducción.
El
carácter técnico y humanista de la ciencia del cuidado nos exige buscar una
solución holística ajustada a la realidad de las respuestas humanas que son el
objeto de nuestra praxis y que se sustente en conocimiento científico.
Desde
esta óptica realizaremos una revisión de casos basados en personajes egregios
de la historia del pensamiento para considerar de qué manera la amistad hizo las veces de cuidadora principal
y funcionó como factor protector, rehabilitador y promotor de la salud mental
en las vidas de dichas personas.
Plantearnos
las diferentes alternativas terapéuticas así como cuestionarnos posibles cursos
de acción dentro de la sociedad tecnológica en la que nos encontramos debe ser
nuestra guía y preocupación como profesionales de la salud mental. Conocedores
de que encontrar respuesta certera sería una entelequia, realizaremos un
acercamiento histórico que nos ayude al menos a mantener una actitud crítica
sobre nuestro propio quehacer profesional.
Objetivos.
Reflexionar
sobre los valores y paradigmas que nos guían en la asistencia, docencia,
gestión e investigación en los cuidados de la salud mental.
Plantear
la posibilidad de que las relaciones interpersonales (la amistad en este caso)
como sujeto capaz de ejercer el rol de cuidador principal.
Evidenciar
la necesaria humanización de la asistencia en sentido holístico y poner de
manifiesto la conflictividad que conlleva la tensión perenne entre técnica y
humanismo.
Analizar
los retos ante los que nos encontramos para implementar actualizaciones en la
asistencia e investigación que favorezcan la autonomía profesional, la
eficiencia de los recursos y el empoderamiento de las personas en la relación
profesional-usuario en los cuidados en salud mental.
Metodología.
Hemos
realizado una revisión bibliográfica narrativa basándonos fundamentalmente en
tres tipos de textos. En primer lugar una selección de monografías clásicas
extraídas de la bibliografía de la asignatura de Historia de la Filosofía de la
titulación académica de Grado en Filosofía de la Universidad de Salamanca
(España), concretamente aquellas dónde hay contenido biográfico de Sócrates,
Epicuro, Agustín de Hipona y Friedich Hölderlin.
En
segunda instancia mediante una búsqueda azarosa de libros divulgativos de salud
mental que tanto las editoriales como asociaciones de usuarios incluyen como
textos relativos a la corriente de “antipsiquiatría”.
Y por
último realizamos una búsqueda bibliográfica en las bases de datos PubMed, Cuidatge
y Enfispo, buscando literatura de los años 1994 al 2016. Fueron incluidos
estudios en idioma inglés y español. Para la búsqueda se utiliza el operador
booleano AND. Siendo los descriptores que se utilizan: amistad y cuidador.
Además
como obras de referencia en enfermería, nos hemos hecho valer de la última
edición de “Nanda International” para
la diagnosis y de “The primacy of caring” como paradigma conceptual del cuidado
en la salud y en la enfermedad.
Desarrollo.
Tradicionalmente
el cuidado ha formado parte del relato histórico en las biografías de
personajes egregios, si bien es cierto que lo hacía de manera implícita. Es
decir, en la narración de las vidas de los personajes famosos encontramos
menciones a enfermedades, patologías y otras afecciones que formaban parte casi
de la caracterización o exposición de los detalles de la vida de la persona.
Sin embargo, las alusiones a las respuestas humanas de los y las protagonistas
permanecían silentes, como ocultas, encubiertas o tácitas ante los ojos del
público. En el mejor de los casos, encontrar alguna referencia a algún período
de convalecencia es la alusión más explícita que se puede encontrar y de dónde
deducimos que lógicamente la persona de la que nos hablan se benefició de
recibir cuidados.
Una
vez más convivimos con el patriarcado sin alarma ni sorpresa alguna hacia
nuestros propios dogmas. Sin percatarnos de que ponemos el foco de atención en
el qué más que en el cómo. Por ejemplo, nos hace decir que las personas son
cardiópatas, hepatópatas, nefrópatas, etc. en vez de decir que tienen o están
bajo los efectos de una enfermedad que les afecta en sus vidas cotidianas de
diferentes maneras. Que no son otras sino las múltiples respuestas humanas que
cada uno en su historia vital desarrolla. Un ejemplo claro lo tenemos en las
grandes producciones de cine, dónde El
paciente inglés es un ejemplo del escaso protagonismo que tiene el cuidado
y el proceso de cuidar frente a otros
muchos eventos que llevan asociado por su naturaleza el cuidado pero éste forma
parte del relato como una porción más del mismo sin ser digna de otorgarle visibilidad
o protagonismo por sí sólo. Metafóricamente sucede un paralelismo cuando nace
un bebé, la atención se centra en la nueva criatura como si no hubiese sido
necesaria la intervención de la madre, seguramente no se trate de un caso de
desprecio sino que se deja de lado aquello que por obvio todo el mundo da por
supuesto. Podríamos extrapolar dicho ejemplo al cuidado. Precisamente porque el
cuidado tiene la condición de estar presente siempre en las vidas humanas, por
ser tan evidente queda relegado a un segundo y silencioso plano.
Análogamente
hemos encontrado que en obras clásicas de la historia de la filosofía hay toda
una serie de alusiones que bajo la óptica del cuerpo propio de conocimientos de
Enfermería se tornan reveladoras de información sensible para comprender mejor
al personaje en su entorno.
El
caso socrático nos servirá de ejemplo fundamental para demostrar cómo a partir
de una obra con contenido biográfico del protagonista se puede inferir toda una
valoración y diagnosis enfermera que proporcione una visión diferente a la
aceptada históricamente, sin tener porque ser contradictorias entre ellas sino
compatibles y más completas.
Además
nos apoyaremos en el ejemplo de la vida del filósofo ateniense para reflexionar sobre el rol de cuidador principal
que pueden llegar a jugar las relaciones amistosas en la vida de las personas y
su salud mental.
Sócrates
pasa por ser uno de los hitos fundamentales de la historia de la filosofía. El
filósofo sirve para diferenciar las corrientes de pensamiento en la antigüedad
clásica, entre los filósofos que cronológicamente son anteriores (presocráticos)
y posteriores a él.
Platón
a través de su obra Diálogos recoge
el corpus principal del pensamiento socrático. Narra también toda una serie de
detalles biográficos y descriptivos sobre su forma de vida, entre los que
encontramos: que el filósofo usaba sandalias o iba descalzo independientemente
de la época del año en la que estuviese. También afirma que realizaba preguntas
aporéticas, es decir, cuestiones sin solución, sin salida o incoherentes que
provocaban extrañamiento en quienes las oían. Cuenta como los conciudadanos de
Sócrates preguntaban qué hacía allí bajo un árbol sin más compañía que sus
soliloquios y otros contestaban que se trataba de algo habitual en la vida del
filósofo pasar tiempo absorto ensimismado en sus pensamientos. Nos dice que
esta casado con una mujer poco agraciada en su aspecto que tenía por oficio
matrona. Oficio que en la época estaba rodeado de un aura mistérica a caballo
entre la brujería y lo chamánico y destinado a la marginalidad social. Un
capítulo especial requiere como Sócrates, por convicción personal, acepta la
sentencia de muerte que le impone un jurado. Y a pesar de ofrecerle airosas
salidas para salvar su vida, él con desapego hacia lo somático (consideraba al
cuerpo la cárcel del alma) acepta el veredicto del jurado y con sorprendente
desafección hacia su propio ego bebe la cicuta no sin antes recordar a uno de
sus discípulos que debía saldar la deuda que tenía con otro ciudadano
devolviéndole el gallo que le debía. Por último y como síntoma patognomónico de
la enfermedad mental, Sócrates dice tener un daimon (demonio) interior que en forma de voz que sólo él puede oír
le da órdenes de cómo debe actuar y cuáles son los actos correctos que debe
realizar1.
Para
más señales, Sócrates no escribió una sola de las palabras que se le atribuyen.
Es Platón quien pone en boca de Sócrates toda una narrativa y argumentación de
sus pensamientos. Platón hace las veces de profesional sanitario cuando
transcribimos lo que escuchamos a quienes atendemos. Dando un lenguaje que no
existe en la comunicación verbal. Presumiblemente Sócrates no disponía de la
capacidad cognitiva para desarrollar toda una argumentación racional como lo
hace Platón en su obra. Y de igual manera cuando escribimos la historia clínica
rellenamos el lenguaje fraccionado de la narración que escuchamos. Porque
reconociendo la limitación del lenguaje escrito, vía principal de transmisión
de información clínica, nos dejamos por el camino los silencios, la mirada, el
contacto, el entorno y el contexto que esta viviendo a quien observamos en su
narración. Si bien es cierto que incluimos la descripción técnica de todos esos
aspectos, la vivencia fenomenológica es exclusiva de quien la vive ya que por
la propia naturaleza subjetiva en la que se haya la persona2.
Toda
esta serie de signos y síntomas, lógicamente, han pasado desapercibidos para la
historia del pensamiento prevaleciendo el contenido referente a la
epistemología, a la ética, a la política, etc. Pero la perspectiva del cuidado
desvela que presumiblemente Sócrates tenía problemas para la gestión del
autocuidado de su propia persona, de su familia y de su entorno para
desarrollarse constructivamente como ser biopsicosocial.
“Un déficit de autocuidado, un descuido
personal, un deterioro en la comunicación verbal, un riesgo de compromiso de la
dignidad humana y un deterioro de la interacción social” son
algunos de los diagnósticos3 que se podrían atribuir a Sócrates por
el relato que se nos hace de sus hábitos cotidianos. Y que hayan pasado a la
historia como parte del anecdotario de las peculiaridades y rarezas de los
filósofos es gracias a que Platón y sus otros llamados discípulos que le
acompañaban por la ciudad han facilitado que tenga mayor visibilidad en la
historia el contenido que el continente, es decir, la teoría se impuso a la
persona.
Mediante
la perspectiva del cuidado, ya hemos expuesto como podemos poner el acento de
la historiografía de Sócrates en sus respuestas humanas, y esto nos otorgaría
un resultado bien distinto. La historia del pensamiento occidental tendría un
enfoque completamente diferente si toda la hermenéutica que desde el inicio
realizó Platón sobre Sócrates sufriese un giro copernicano y se pusiese al
servicio en las respuestas humanas en vez de la teoría. Haciendo un ejercicio
de ciencia ficción imaginaríamos que toda la historia de la humanidad habría
estado debatiendo acerca del respeto a la autonomía en los cuidados, la forma
de relación entre personas y el entorno.
En
particular, el objeto de esta comunicación va dirigido a reflexionar cómo las
relaciones que estableció Sócrates, ya fuese con sus discípulos o sus
conciudadanos quienes son coprotagonistas de sus diálogos. Esto es, para
dialogar siempre se necesitó al menos a un receptor y un emisor y Sócrates
encontró siempre interlocutores, lo que nos hace pensar que más que la relación
que se establece en términos amistosos para realizar el diálogo fue lo que
ejerció el rol de cuidador principal en el caso socrático. No confundamos con
que sus amigos le cuidaron, que si los tuviese ojalá se beneficiase de ello,
sino que Sócrates encontró el cuidado en su día a día en aquellas personas con
las que estableció un diálogo, presumiblemente, aunque fuesen aporías, le sirvió
para sentirse escuchado y a su manera entendido por aquellos jóvenes que
finalmente serían la prueba definitiva que se usó en su juicio por inocularles
el vicio de la crítica y el pensar por sí mismos.
Hay
otros casos de grandes pensadores que tienen como común denominador haber
defendido y vivido en una comunidad amistosa como forma de cuidado integral a
la persona y a la comunidad. Por orden cronológico encontramos los testimonios
de Epicuro que describe la vida en el jardín como metáfora de las implicaciones
ecológicas que tiene el cuidado4 y destacaba las posibilidades de
una convivencia para la felicidad y para el bien vivir, entendido como la salud
integral de la persona circunscrita en un colectivo, ya sea este la familia, la
sociedad o cualquier otra denominación que se le quiera dar al grupo de
personas que cohabitan bajo un mismo régimen normativo5.
Siglos
más tarde volvemos a encontrar el caso de San Agustín que como afirman Álvarez
y Colina es otro caso de xenopatía
entendida esta como la ocurrencia de un fenómeno extraño o extranjero (xeno) para el individuo que lo causa
una enfermedad (patía)6.
En el caso del obispo de Hipona expone en su obra más autobiográfica Las confesiones como recibió su vocación
intelectual y religiosa mediante una revelación en forma de voz imperativa que
le dijo en latín “tolle, lege”7 que traducido pasaría a la historia
como emblema agustiniano “toma, lee”. Y de nuevo tenemos un ejemplo más de cómo
acabó su vida viviendo en comunidad con sus amigos y compañeros compartiendo la
crianza de su hijo. Otro ejemplo de las relaciones personales amistosas como
fuente de cuidados entre los iguales.
Damos
un salto temporal para hacernos eco del caso de Friedich Hölderlin, el poeta
romántico por antonomasia donde la frontera entre su vocación personal y su
oficio se desdibujo quedando por completo a merced del sentimiento poético. De
personalidad apasionada hasta límites compulsivos, con un humor exacerbado y su
carácter impulsivo y enajenado acabaron con su psique enferma en lo que se
denominaría uno de los primeros casos de locura. El sentimiento romántico le
impregnó tan hondo que la subjetividad del yo y el protagonismo creciente del
individuo en el siglo XVIII acabó por desdibujar cualquier frontera de su equilibrio
mental. Tuvo que pasar largas temporadas internado hasta que un ebanista que
era entusiasta lector de sus poesías le dio cobijo en su estudio y cuido de él,
conviviendo los dos en una constante relectura de los poemas durante más de
treinta años. Es sorprendente que durante esos años a pesar de conocerse la
locura del poeta pareció que bajo la tutela del ebanista con el cuál compartía
gusto por su poesía encontró la paz y serenidad hasta el final de sus días8.
En este caso, cabe destacar que no se trata de un grupo de personas conviviendo
en amistad, sino que claramente se identifica a un sujeto concreto como el que
ejerce el rol de cuidador principal. Queremos destacar este caso ya que nuestra
hipótesis se centra en la relación
amistosa que se establece entre personas, sin que se confunda con que un amigo
se haga cargo del cuidado en exclusiva de otra persona. En el caso del ebanista
conocía al poeta previamente solo por sus escritos sin tener relación personal.
Y debemos sospechar que el tipo de relación que se establece es de diferente
rango que si existiese amistad previamente.
Estos
casos aislados no deben hacernos generalizar y debemos ser conscientes de la
diferencia entre la relación afectiva entre dos personas amigas y una forma de
relacionarse amistosamente que predisponga una suerte de vínculo terapéutico
entre iguales.
A la
hora de manejarnos en la relación profesional recordamos aquí las palabras de
Fernando Colina en Sobre la locura: “Hay
que tratarlos [a los psicóticos] como a los amigos pero sabiéndonos ante lo
desconocido, ante una ignorancia de la amistad y del límite del amor que les
profesamos. […] En esa paradoja quedamos atrapados. El esquizofrénico solicita
una intensidad en la relación que esté a la par con el alejamiento que exige9.”
Colina viene a recordarnos que sobrepasar los límites afectivos, es decir,
hacerse amigo de un paciente puede hacer caer en la iatrogenia al
extralimitarse en el rol que le compete como profesional.
No
debemos caer en la ingenua y falaz generalización que confunde la caridad con
el cuidado diligente, respetuoso e incluso afectuoso que sabe delimitar las
fronteras entre profesional y usuario, de tal manera que proporcione autonomía
y empoderamiento a ambos y sea el lugar desde dónde crear una alianza
terapéutica favorecedora de posibles pactos, vínculos y toma de decisiones
compartidas.
Es por
eso que nuestra investigación va dirigida a la amistad que se establece entre
iguales y en las conclusiones reflexionaremos sobre el papel a jugar en esa
manera de cuidar a cargo de la enfermería. Requena en 1994 ya concluyó como la
cantidad y sobre todo la calidad de las redes de amistad y familiaridad que se
conforman entre las personas contribuyen a un mayor sentimiento de felicidad10.
Así
que a continuación disertaremos sobre el mandato moral y profesional que nos
impele a abrir espacios de diálogo multidisciplinares dónde encontremos
alternativas terapéuticas que estén a la altura de las personas y el respeto
por su dignidad y sus vidas.
Conclusiones.
En
primer lugar destacamos la principal hipótesis que ha sobrevolado desde el
inicio nuestra revisión. La amistad entendida como la relación que se establece
entre dos o más personas iguales funciona como cuidadora principal y por lo
tanto es un factor protector de la salud mental.
Testimonios
como los de la penitenciaria psiquiátrica dónde prestó sus servicios Guillermo
Borja, haciendo que fuesen los propios internos quienes a partir cada uno de
sus capacidades fuesen entre todos tejiendo una red de autogestión para la
ayuda mutua y el bien común11.
O el
metaanálisis realizado por Yesufu-Udechuku et al. nos confirma que múltiples intervenciones
como por ejemplo terapia grupal y psicoeducación son eficaces para aumentar la
experiencia del cuidado en personas con enfermedad mental grave12.
A
pesar de la escasa literatura existente al respecto de intervenciones en
cuidados, encontramos evidencias en las que contrastar y fundamentar nuestras
actuaciones. Aún y así cuando hablamos de la vida y dignidad de las personas,
la técnica y la ciencia en esta ocasión no alcanzan a expresar en su
complejidad la realidad que nos compete.
La
muestra de ello es que existen experiencias que surgen a partir de las propias
personas afectadas y algunas otras que actúan como catalizadoras del proyecto
mediante el cual han conseguido resultados experimentales con difícil
traducción a lenguaje y método científico.
Por
ejemplo las iniciativas de Radio La colifata, Radio Nikosia, Que locura de
radio, un gramo de locura en RNE, o el espacio dentro de La Ventana de la
cadena SER son algunos de los ejemplos que en las últimas décadas han dado
muestras de que las personas con enfermedad mental han conseguido establecer
una relación de iguales que le potencia su rehabilitación a la vez que se
mejora la prevención y promoción de la salud.
Por
último contamos con el testimonio del Hospital río Hortega de Valladolid dónde
desde hace un par de años esta en funcionamiento el Centro de Intervención
Comunitaria (CIC), en el cual se ha realizado el giro copernicano y los
profesionales han cambiado la habitual consulta por el verdadero entorno de las
personas. Realizando visitas domésticas, actividades dónde el protagonismo deja
de ser: acudir a la consulta a la revisión. Para que el protagonismo caiga en
la persona, que es quien recibe a los profesionales que se interesan por su
estado en su hábitat cotidiano13. Acercarnos a la realidad de las
personas y no volver a cometer el error intencionado de Platón que rellenaba de
manera interesada los aspectos de la vida de Sócrates que le convenían para
hacerle pasar por lo que presumiblemente, desde la óptica del cuidado, no se
puede aceptar que era.
Cada
vez es más acuciante la necesidad de abordar la adherencia terapéutica y la
implicación de las personas afectas como un mismo y simultáneo objetivo. No se
conseguirá lo uno sin lo otro y viceversa. Es aquí donde la enfermería tiene su
campo de trabajo. Pero debemos ser conocedoras de la complejidad y del enfoque
multidisciplinar que requerimos poner en juego14. No podemos
permitirnos el lujo como miembros de la sociedad ni como profesionales de la
salud de ver como la gestión de los recursos económicos, humanos y materiales
se nos escapan entre los dedos de nuestras manos como si de un puñado de arena
del desierto se tratase.
Es por
eso que debemos innovar en las formas de asistencia, docencia, investigación y
gestión para contribuir a un mayor y mejor desarrollo de la persona en su
entorno. Esto a su vez, requiere de una búsqueda de resultados científicos que
avalen nuestra práctica basada en la evidencia. Y deberemos buscar las fórmulas
cuantitativas o cualitativas para que la ciencia sea capaz de reflejar aquello
que es invisible a los ojos, a saber, lo esencial.
Así
que la enfermera tiene un papel vital a la hora de actuar como facilitadora o
mediadora en la gestión de casos que puedan requerir la puesta en común y en
contacto de dos o más personas entre las cuáles se puedan establecer lazos de
amistad, de tal manera que dicha relación sirva para el empoderamiento de la
propia persona en sus cuidados, la mejora de la autoestima, la incorporación a
la vida social, la reducción del estigma y en definitiva la consecución de una
vida más plena y digna independientemente del tipo de dolencia física, mental o
social que nos afecte.
Proponemos
que se valore la red social de las personas, ya no tan solo de manera
descriptiva sino cualitativamente de qué y cuántas personas podemos contar para
establecer una relación dónde haya una retroalimentación entre diferentes
perfiles de personas. Ya que entre varias persona pueden realizar mejor
afrontamiento (coping) entendido como la elección de recursos y habilidades
para recuperar el sentido15 a situaciones dónde existe una pérdida
de los significados y del normal funcionamiento vivido de manera amenazante
para el individuo (stress)15.
Bibliografía.
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Addison-Wesley; 1989.
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