lunes, 6 de agosto de 2018

Camarón. De la isla al mito

Necesito drogar mi cuerpo
para sentirme despierto,
porque cuánto más vivo
más hondo es el sufrimiento.


El desgarro que parte el alma, 
me deja al pairo del viento.
Que el universo abra 
la puerta al entendimiento.


El dolor empapa la noche,
Al alba se guarda adentro.
La risa inunda el hueco
dejado en mis sentimientos.

"La vida, la vida, la vida es... un contratiempo"

jueves, 26 de julio de 2018

Dolores, que bonito nombre tienes

Quien podía imaginar que allá por los años 90 mientas en el radio casete de mi adolescente hermana sonaban con toda su fuerza y magnetismo Los Cranberries, aunque yo no entendiese una sola letra de lo que allí decían, sus melodías iban a permanecer latentes en mi memoria para aflorar con una inusitada fuerza y clarividencia dos décadas después.  

Su vocalista Dolores O´Riordan fallecida en Enero de 2018 me ha traído al presente a todas esas personas que con una gran sensibilidad viven sumergidas en un inmenso y desgarrador dolor que no les deja vivir... hasta tal punto que solo se encuentra reposo en  la muerte.

No obstante, estas personas no dejan el mundo sin aportar un inmenso halo de luz en cualquiera de las formas que el arte permite expresar; música, pintura, interpretación, escultura... la única forma de hacer llegar su sentir es a través de lo inefable. Expresiones artísticas que sirven de inspiración para millones de vidas humanas que, por suerte o por desgracia, no están abiertos de la misma manera a la percepción del misterio de la vida. 

La existencia es un gran enigma sin solución. Solo algunas experiencias estéticas nos ayudan a intuir como todo está imbuido de la obra y gracia. Y mientras algunas personas recorren su camino de sufrimiento en esta vida terrena, trascendiendo su propio ego, practicando el perdón y en sintonía con el "Amor". Otros nos beneficiamos de su inmensa generosidad, que se concreta en su total dación y entrega en este mundo que no lo sienten suyo, dejando un legado imposible de borrar y que permanece en la memoria colectiva para iluminarnos algo más el sendero. 


I want more

Impossible to ignore
Impossible to ignore
And they'll come true
Impossible not to do
Impossible not to do

Gracias Dolores

sábado, 26 de mayo de 2018

Cuando todo sale según lo (im)previsto

Hacía años que no viajaba en tren hotel y guardaba unos fantásticos recuerdos de esos viajes. La ocasión era inmejorable. ¿ Cómo llegar a A Coruña pasar el día entero allí y volver a Madrid sin el estrés del avión, ni gastar noches de hotel? La solución estaba clara. El tren hotel era la opción. 

Nada más subir al tren afloraron a través de los anclajes positivos aquellas viejas sensaciones de viajes pasados, hasta tal punto que la inspiración me sobrevino escribiendo las siguientes líneas:  


El tren nocturno vuelve a mí.

Como vuelve la primavera,
los recuerdos de la infancia o todo aquello que nunca se terminó de marchar.
La noche, las estrellas y la luna nos acompañan,
junto con el sonoro traqueteo del discurrir del convoy por las vías.
La oscuridad invita a reflexión y encuentro con la parte más íntima de uno mismo,
el incesante bamboleo nos recuerda que todo fluye, 
mientras tenemos la falsa sensación de permanencia.
La banda sonora del tren sobre las vías recuerda al ritmo cardíaco, 
trutrun...trutrun... trutrun... trutun... una y otra vez, 
y que curioso que cuando cesa dicho ruido,
me sobresalto y despierto del sueño ligero que se puede conciliar en este camarote.
Como si nos estuviesen advirtiendo que cuando cese el sonido del corazón, 
tendremos que bajar del tren y el viaje habrá acabado.
Seguimos viajando... porque, probablemente, nunca hayamos dejado de hacerlo.


Una conversación casual con uno de los compañeros de cabina me devolvió a la parte más terrenal de aquel romántico reencuentro. Nos comentó su mala experiencia hace unos días cuando el mismo viaje en sentido inverso se vio interrumpido de madrugada porque el conductor había llegado al límite de horas permitidas al frente de la maquinaria, por lo que les reubicaron en un moderno AVE de Valladolid a Madrid que incluso hizo que llegaran antes de la hora prevista si hubiesen ido en el coche cama. Por su tono parecía que no teníamos la misma percepción sobre la experiencia de viajar en tren hotel.

Antes de quedarme dormido me percaté de un significativo cambio respecto a la última vez que viaje de noche. Los cuatro pasajeros estuvimos unos minutos en silencio mirando nuestros móviles y contestando mensajes. Sin embargo recuerdo como hace algo más de una década, cuando aún no existía la posibilidad de comunicación instantánea, se solía compartir entre los pasajeros el motivo que a cada uno le movía a realizar el viaje, siempre conocías historias, una entrevista de trabajo, realizar el camino de santiago, un noviazgo a distancia, un negocio por cerrar, estudiar lejos del hogar familiar, la academia militar o un repentino fallecimiento de un ser querido eran algunas de las causas que se podían escuchar, a modo de confesionario en las literas de los vagones en los primeros compases del tren sobre las vías.

En el primer tercio del viaje la meteorología se quiso sumar al romanticismo del ambiente aportando una intensa lluvia que con las ráfagas de viento racheado golpeaba sobre el cristal del vagón, ofreciendo un espectáculo sonoro que hacía aún más si cabe, emotivo el mero hecho de plegarse sobre uno mismo en el tibio camastro para continuar durmiendo. 

En sucesivas ocasiones el maquinista fue parando y reiniciando la marcha hasta que al alba, el pasajero que nos contó su última mala experiencia venía malhumorado de hablar con el interventor: 
- Con la tormenta ha caído un árbol sobre la catenaria, llevamos parados tres horas y apenas hemos pasado León. 
No pude evitar se me escapase la risa mientras le pregunté: 
- ¿Cómo dice? 
- Probablemente nos trasladen en autobús, la demora puede llegar hasta las seis horas.
- Fantástico, echaré una cabezada hasta que llegue ese momento - le contesté quitando hierro a la mala noticia-
- Suerte la tuya, yo no aguanto por mi espalda tantar horas tumbado. Espetó antes de salir del camarote.

Efectivamente, el personal de a bordo no tardó en avisarnos, creo que tuvieron el detalle de esperar a que amaneciese para no alterar el descanso nocturno. Cual es mi sorpresa cuando bajamos del vagón y estamos en un maravilloso apeadero construido a principios del siglo XX, en una humilde aldea entre León y Villadangos del Páramo, con el consecuente recuerdo de la primera vez que hice el camino de santiago estrenando mi mayoría de edad. Me vino a la mente aquella vitalista frase: ¿Cuándo ha sido la última vez que has hecho algo por primera vez?

Parecía estar todo preparado para continuar la marcha pero por algún motivo no se reiniciaba el viaje, lo cual no hacía sino acrecentar el malestar y nerviosismo de los pasajeros que tenían previsto llegar a primera hora de la mañana a La Coruña. En ese momento de tensión, vimos aparecer bajando la húmeda escalinata de granito repleta de musgo por su desuso y las condiciones naturales de la región, a dos parejas de invidentes acompañados de una preciosa perra de raza labrador color chocolate. Lo cual hizo despertar la inquietud de algún que otro pasajero ya que aquello demoraba en el tiempo aún más la puesta en marcha hacia el destino. 

Cuando las parejas de invidentes se ubicaron en el autobús debieron percibir que un silencio sepulcral les rodeaba a pesar de ir todos los asientos ocupados. En ese momento, y como si de un guión de película de humor se tratase comenzaron a decir: 

- Antonio, que te dejen conducir a ti que llegaremos en un visto y no visto.
(algunos hicimos alguna sonrisa ante tal afirmación, que no habría pasado de anécdota si no fuese porque su pareja le dijo:)
- Manolo, no chilles que la gente debe ir durmiendo,o acaso no ves lo callados que están.
- María, yo ya te dije que este viaje no lo veía nada claro.
- Bueno, no discutamos,que esto está visto para sentencia. 

Y ahora sí, la carcajada del autobús fue incontenible, las prisas fueron menos y las baterías de los móviles se acabaron, lo que nos permitió retomar la sana costumbre de contarle al de al lado el motivo de nuestro viaje, compartir la desazón que a cada uno le causaba no llegar a la hora prevista al destino final y disfrutar del paisaje mientras que volvimos a coger el tren en Astorga y tuvimos que volver a usar el Bus en Monforte de Lemos... (efectivamente) el conductor había excedido por ese día su horario permitido al frente de la maquinaria. 

De nuevo el tren hotel me dejó un anclaje positivo para la próxima vez que vuelva a viajar. En la estación de Coruña los pasajeros nos despedimos deseándonos lo mejor para el resto del día con un sororal abrazo de agradecimiento a los pasajeros que nos alegraron el viaje con su sentido del humor. 

Espero poder volver a decir aquello de: "Todo ha salido según lo imprevisto"