jueves, 15 de abril de 2010

Sobre la fachada de la Universidad, de José Luis Fuertes Herreros

Texto propiedad de José Luis Fuertes Herreros, todos los honores, gloria y copyright para el excelso profesor.

El viejo edificio de la Universidad va experimentando en los últimos años del XV y en estos primeros del XVI una profunda transformación, y se van a acometer las obras de ampliación, en lo que van a ser Escuelas Menores.

La fachada de las Escuelas Mayores, acabada en 1529, se había adosado a la fachada del edificio gótico, y a modo de telón o estandarte ocultaba la antigua portada del siglo XV, casi hacia olvidar la antigua universidad pontificai y los viejos tiempos. La nueva fachada era el estandarte del Imperio, de la nueva era que enraizada en la monarquía, había que seguir.
Y la mano de Pérez de Oliva parece estar presente en los programas alegóricos tanto de la fachada de la Universidad, como en la escalera y librería nueva del Estudio, así como en las Escuelas Menores. En ellos se expresaba el nuevo universo simbólico en el cual se situaba a la Universidad bajo la impronta de la Monarquía y del Emperador, Carlos V, que había llegado a España en 1517.

La Universidad en ese nuevo universo sinbólico, era una institución que asumía su fortuna histórica y esa llamada a pereseverar y continuar en ella bajo la guía del Emperador, tendiendo a hacerla extensiva a todo el orbe.

Espacio simbólico y alegórico, que se ceba y arrancaba ante la fachada de la Universidad. Se nos situaba en los nuevos tiempos y nos obligaba al igual que a Polifilo, tras su despertar en sueño, a contemplar la fachada y los blasones desplegados de la domus aurea o domus romana, que mostraban la naturaleza y condición de su dueño, y a preguntarnos por la puerta a la que deberíamos llamar.

La clásica imagen del hombre en la encrucijada, ¿Quod vitae sectabor iter? ¿Qué camino he de tomar? ¿A dónde nos podría conducir cada una de esas dos caras de esta puerta bifronte?

1) Una llamada a servir al Imperio y a la construcción de la cristiandad, sintiendo con el Emperador y con la Iglesia

La fachada de la Universidad, nos sitúa en tiempos del Emperador, tras su llegada a España en 1517, y expresa un programa heráldico, que tejía todo un conjunto de relaciones institucionales con la monarquía, que arrancaba con los Reyes Católicos y que en línea ascendente, en su cuerpo central, se detenía en un gran escudo de España con las armas de Carlos I, rey de España y Emperador de Alemania y culminaba con una recreación del sello de la Universidad sin ninguna alusión específica a un Pontífice (Papa) sino más bien a la dependencia pontificia de la Universidad.

A cada lado del pontífice hay recuadros entre medallones cuyo tema, en el izquierdo es una Venus apoyada en un fuste quebrado, los dos medallones y sus emblemas que significan las virtudes de la justicia y la templanza, siendo, respectiva y probablemente los que aparecen en los medallones, Trajano o Alejandro y César.

En el lado opuesto, y con igual disposición, el recuadro muestra la figura de Hércules apoyado en la clava, mientras los medallones y emblemas representan, también probable y respectivamente, a la izquierda del espectador, las virtudes de la prudencia y en el medallón, Marco Aurelio, y a la derecha la fortaleza, ercarnada en Escipión.

¿Qué camino quieres tomar? ¿ Vas o no a formarte para servir al Imperio, a la construcción de la cristiandad?


2) Una ordenación teológica de los saberes:


Una Pero además de esto, contemplando la fachada de arriba abajo bien pudiera ser que estuviera expresando el rango y jerarquía de los saberes, de las virtudes, de los estados de los hombres, especialmente “del estado de los hombres letrados” y “de los que gobiernan”.
A través de sus distintos niveles:
a) En el superior, el Papa: los saberes teológicos.
b) Escudos: saberes y virtudes (cívicas) para la construcción de la res-pública.
c) Puertas y arcos: saberes de Artes: como base y fundamento de los anteriores.

De este modo, se fundía la Universidad con la Monarquía, las virtudes y los saberes al servicio de proyecto político. Con ello se ponía de manifiesto “la dignidad de la enciclopedia, es decir, del saber que custodiaba la universidad y que se encontraba al servicio de la corona”. Y esto es lo que parece decir Antonio a Aurelio en el Diálogo de la dignidad del hombre de Pérez de Oliva: “Agora el orden por donde tu, Aurelio, me guiaste, requiere que diga del estado de los hombres letrados; do primero escucha lo que dixo Salomón en sus Proverbios: Bienaventurado es el que halló sabiduría y abunda de prudencia; mejor es su ganancia que la de oro y plata, y todas las cosas excede que se pueden desear. ¡Gran cosa es, Aurelio, la sabiduría, la cual nos muestra todo el mundo, y nos mete a lo secreto de las cosas, y nos lleva a ver a Dios, y nos da habla con Él y conversación, y nos muestra las sendas de la vida! Ésta nos da en el ánimo templança; ésta alumbra, ésta alumbra el entendimiento, concierta la voluntad, ordena el mundo, y muestra a cada uno el oficio de su estado; ésta es reina y señora de todas las virtudes; ésta enseña la justicia y tiempla la fortaleza; por ella reinan los reyes y los príncipes goviernan; y ella halló las leyes con que se rigen los hombres”

Era centrar el cultivo de los saberes y de las virtudes en la sabiduría al servicio de la Monarquía para afrontar los nuevos tiempos.

Contemplando así tanta maravilla, ¿podía caber duda acerca del camino a tomar y luego seguir?

3) El enigma de la rama desvelado:

La advertencia cifrada y sonora de la rana de la fachada nos lo recordaba permanentemente. La evocación era bien clara, venía de la mano de Erasmo en el Elogio de la locura: “Una vez más me aturden con su croar las ranas del pórtico… ¿Qué es estar loco más que haber perdido la cabeza?”, No seguir la verdadera sabiduría y enredarse en falsos sofismas como lo hacen los dialécticos. Y era ayudarnos a recordar las imágenes y texto del grabado 27 de La nave de los necios de Sebastián Brant (1457-1521): “Quien no estudia la verdadera ciencia, el mismo se toca los cascabeles y es conducido en la cuerda de los necios”; para en el comentario señalar: “A los estudiantes tampoco los paso por alto. Tienen de antemano la capa como premio, y, a poco que toquen ésta, la capucha sigue detrás; pues, cuando deberían estudiar de firme, prefieren aprender sólo lo que es inútil e infecundo. Lo mismo se echa en falta también en los profesores, pues no respetan la verdadera ciencia y sólo prestan atención a una inútil charlatanería; si era de día o de noche, si un hombre ha fabricado un burro, si corre Sortes (Sócrates) o Platón. Tal enseñanza es lo que hoy ofrecen las escuelas. ¿No son necios y tontos de capirote los que noche y día andan por ahí con esas cosas y se atormentan ellos mismos y atormentan a los demás? No respetan ninguna ciencia mejor. Por eso Orígenes dice de ellos que son las ranas y las langostas que devastaron Egipto”

¡Qué advertencia se nos hacía! Éramos llamados no a la palabrería sofística, y si al cultivo de la verdadera sabiduría.

¿Qué camino quieres tomar? ¿Vas o no a formarte para servir al Imperio, a la construcción de la cristiandad?
No había duda: el de la sabiduría, el del servicio al Imperio (Monarquía hispánica) y a la cristiandad.
Aquellos universitarios, que tenían que cruzar la puerta, bien sabían lo que significaban y se les advertía desde la fachada de la Universidad.